sábado, 6 de octubre de 2012

Cínico.


Caricias que hechas por mis manos escuecen. Roces que parecen choques. Palabras que debí callar, palabras que no solo resuenan en mi mente, si no que se repetirán continuamente en los oídos del que las recibió.
Palabras que no llegué a convertir en frases, y quedaron sin significado exterior. Todo el daño que me hiciste aún lo llevo dentro, aunque sepa que estás intentando compensarlo.
A veces me hundo, solo por un segundo y luego vuelvo a subir.
Golpes que únicamente sirven para romper tus nudillos y atemorizar la mente. Rabia que te come por dentro.
Cuánto teatro, cuánto llanto, cuánto drama. No sé si estoy fingiendo y ya apenas me doy cuenta de mi realidad, no sé si es la costumbre... Pero algo me arde por dentro.
Soy mi peor enemiga. Luchas internas continuamente, con más miedo a mi persona que a cualquier otra.
Nadie me hace más daño, pero a nadie he visto más fuerte. Orgullosa incluso de mi orgullo, por eso nunca me lo trago, y si lo hice fue por ti y por mis sollozos. La rabia oculta el miedo, pero a mi me pesan igual.
Y nada me llena, y ando refugiándome entre pequeños placeres.
Y nunca me vereis hasta los cojones, y siempre preguntarán por la sonrisa. Y nadie vio el dolor que llevaba dentro. Mintiéndonos a nosotros mismos.
Sacas las garras a quién te da de mamar, bebiendo y escupiendo su leche al suelo. Desagradecida.
Y despertar llorando miedos, y prometer no volver a quejarte, dándote cuenta de que todo podría ser mucho peor. Recordar momentos en los que te querías morir y volver a sentir lo mismo.
Olvidarse todo a los cinco minutos y volver a gritar durante un instante demasiado largo como para evitar el eco, deseando entonces quedarte muda antes que ciega o sorda. Y nada te lleva a ningún lugar, y no llegas a ningún sitio, y nada te compensa... Y te cagas en el cielo porque lo crees inexistente.
Y ojalá creyese en Dios porque yo ya no creo en nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario